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miércoles, noviembre 20, 2024
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    Lucía Pérez: «A veces es necesario pasar por tu propia oscuridad para volver a tomar el ritmo».

    Si bien es cierto que el tiempo no perdona, que no hay que perderlo en cosas que no nos hacen bien, que es bueno centrarnos en las cosas positivas de nuestra vida y agradecer, también es importante no negar nuestra realidad.

    Me refiero a que, así como podemos ser muy resilientes, aprender de los errores y tomar fuerza de los episodios difíciles que nos toque vivir, también necesitamos esos momentos en los que estamos en contacto con nuestro lado más oscuro. Necesitamos darnos tiempo para sentir la tristeza, el dolor, la decepción, el coraje, la frustración, lo que sea que algo nos evoque. No podemos sólo saltarnos eso. No tenemos que fingir que no está.

    Muchas personas tienen miedo a sentir demasiado, le tienen miedo a la tristeza, a la decepción… pero todas las emociones son normales, las vamos a vivir en algún momento. Claro que es distinto cuando una persona ha experimentado situaciones traumáticas; por supuesto que va a tener miedo de volver a sentir eso que le afectó tanto (y eso se recomienda atenderlo en terapia). Me refiero a que es necesario sentir las emociones agradables y desagradables. ¿Acaso puede alguien vivir alegre todo el tiempo?, ¿si no sintiéramos la tristeza y el dolor podríamos valorar la alegría y la paz?, ¿cómo podríamos avanzar o evolucionar si nunca nos incomodamos?, ¿cómo sabríamos qué decisiones tomar si no sintiéramos nada?

    Cuando intentamos evadir sentir lo desagradable podemos llegar a sentirnos estancados, como si estuviéramos parados frente a un charco que bloquea nuestro camino, pero no queremos saltarlo por miedo a ensuciarnos y mejor nos quedamos ahí detenidos. A veces podemos llegar a enfermarnos.

    Lo mejor que podríamos hacer con las emociones sería: reconocer que sí sentimos, nombrar cada emoción, darnos permiso de transitarlas y escuchar su mensaje. (Ya sé que no es tan fácil como se lee).

    A veces además del dolor llega también el sufrimiento, que es diferente. También podemos vivirlo, pero aquí hay que ser más cuidadosos pues hay que ver cuánto tiempo quedarnos. Hay personas que lo viven unos días y otras que lo viven hasta que mueren… A veces cargamos rencores, nos sentimos víctimas de todo y de todos, sólo nos centramos en “lo malo” … y podemos seguir así hasta el momento que lo decidamos. Puede llegar un día en el que sintamos que estamos peor que nunca y desde ahí, desde ese hartazgo, desde ese como lo quieran llamar, tomar la decisión de dejar de sufrir, porque lo único que nos queda después de bajar hasta el fondo es volver a subir.

    Puede llegar el día en el que logremos deshacernos de toda esa maraña de sentimientos y que al mismo tiempo eso nos haga entendernos y hacernos cargo para poder continuar. Cada quien lo vive a su manera.

    El acompañamiento para transitar éstos caminos, para no evadir y tampoco atorarnos en el sufrimiento, lo podemos recibir en psicoterapia.

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