Por Lucía Pérez
¿Te eres fiel?
La infidelidad que más fácilmente cometemos y de la que menos nos damos cuenta es la infidelidad hacia nosotros mismos.
Si hablamos de la infidelidad o deslealtad que alguien más puede tener hacia nosotros, apuesto a que evaluamos con lupa. Generalmente no revisamos tanto lo que nos hacemos a nosotros mismos…
El no escucharnos y no darle prioridad a nuestras necesidades hace mucho más fácil que ni siquiera identifiquemos lo que realmente queremos. Y por eso nos resulta más fácil o conocido basar nuestras decisiones en lo que pensamos, según lo que es considerado correcto o incorrecto y no tanto en lo que sentimos. Si ponemos atención con más conciencia a nuestras emociones podríamos detectar cuándo estamos siendo infieles a lo que sentimos: cuando hacemos algo que no nos gusta sólo por agradar a alguien más, cuando seguimos soportando una situación por miedo, por vergüenza, por no atrevernos a decidir otra cosa, cuando no somos capaces de decir que no a lo que no queremos, cuando anteponemos los deseos o el bienestar de otra persona por encima del nuestro, cuando no le damos valor a lo que sentimos u opinamos, cuando repetimos automáticamente lo que se hace en nuestra familia aunque eso no nos esté haciendo bien o simplemente cuando tenemos ganas de llorar y nos aguantamos «para no hacer un drama».
¿Por qué aprendimos a reprimirnos así?
¿Por qué aprendimos a no escucharnos?
Nos sirve ir encontrando las respuestas a estas preguntas. Puede ser por la manera en la que hemos sido educados, por algo que vimos de pequeños, por ideas que fuimos formando en la infancia y adolescencia… puede haber muchos factores. Las creencias (y creo también la manera en la que algunas sociedades funcionan) nos van alejando de nosotros mismos, de nuestra autenticidad.
Tal vez pudo ser simplemente un día en que siendo niños alguien dijo algo que nosotros interpretamos como alguna idea de éstas: «No es importante lo que digas», «no importa lo que sientas, tienes que hacer lo que te dicen que hagas», «así se hace en esta familia y así debes hacerlo», «no puedes cambiar de opinión», «no está bien llorar», «si no te portas bien, nadie te va a querer», «tienes que hacer siempre lo correcto», «si te equivocas o fracasas en algo no eres suficiente», etc.
Todas éstas ideas tienen una razón de ser, algunas veces ni siquiera sabemos que las tenemos porque están en el inconsciente… algunas de ellas podemos identificarlas como ideas irracionales o como ideas que simplemente no tienen evidencias o fundamentos. En un proceso terapéutico podemos indagar y reestructurar de manera que las nuevas creencias nos permitan sentir emociones más agradables. Si logramos escucharnos con sinceridad, reconocer lo que sentimos, cuestionar las creencias de las que parten esas emociones, cambiar algunas creencias si es necesario y llegar a soluciones o decisiones partiendo de esos cambios podríamos alcanzar una manera de vivir mucho más tranquila y agradable, además de acercarnos a ser más “nosotros mismos”.